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El sillón Mágico.

A continuación  transcribimos uno de los trabajos ganadores en el certamen de cuentos.

EL SILLÓN MÁGICO

            Era la mañana del día de Nochebuena. Esperanza preparaba con ilusión el árbol de navidad para recibir aquella noche tan especial a su hija Virtudes y a su hijo Amador. Cuando estaba colgando la última figurita del árbol oyó que alguien llamaba a su puerta. Tan dirigente como le permitía su avanzada edad, pues ya  habían caído los 75 años en sus huesos, no así en su espíritu ya que todavía a veces se reconocía como cuando tenía 20 años, se dirigió hacia la puerta, abrió y se encontró con dos apuestos muchachos que venían ataviados con un mono azul y se presentaron ante Esperanza. Eran operarios de una tienda de muebles que venían a traerle un sillón.

Esperanza, sorprendida, les dijo que ella no había realizado ninguna  compra y éstos le comentaron que se trataba de un regalo. Los jóvenes le enseñaron una nota donde le indicaban la procedencia y descubrió con gran júbilo que eran sus hijos los que querían hacerle un regalo muy especial en un día tan señalado, para que lo pusiera al lado de la chimenea donde siempre hubo una antigua mecedora que, en numerosas ocasiones, había servido para mecer y dormir tanto a su hija Virtudes como a su hijo Amador y más tarde a sus dos nietas: Alegría y Paz.

 Los dos muchachos, en un santiamén, colocaron el sillón en el lugar que Esperanza les indicó, desplazando la mecedora hacia un rincón del salón y  explicaron a Esperanza cómo funcionaba el mando que servía para realizar las diversas operaciones que desempeñaba el sillón, tales eran: masaje, temperatura y distintas posiciones. Cuando concluyeron Esperanza les dio una propina para que se tomaran un café, pues ya hacía bastante frío; nada más se marcharon se colocó en su nuevo sillón y comenzó a utilizarlo. Estuvo sentada parte de la tarde y perdió la noción del tiempo. Aquel espectacular mando le permitía recordar los masajes que su amorosa madre le proporcionaba cuando ella era pequeña y embriagada del calor de la chimenea y los masajes del sillón quedó dormida soñando con escaleras mecánicas que acortaban las distancias y naves voladoras muy silenciosas que permitían recorrer largas distancias. La abuela estaba encantada pues ahora podía ir de acá para allá sin esfuerzo alguno, de pronto abrió los ojos y comprobó que todo había sido un sueño que realmente duró dos horas pero que a ella le parecieron unos breves minutos; súbitamente  se incorporó de su confortable sillón y se dirigió hacia la cocina donde aún le quedaba por ultimar algunos detalles para preparar la cena. 

Eran las seis de la tarde cuando se presentaron Alegría y sus padres, la niña de ocho años de edad besó a su abuela. Los adultos permanecieron en la cocina preparando la cena, mientras que la niña corrió hacia el árbol de navidad que había preparado su abuela y se dio cuenta de que junto a la chimenea ya no se encontraba la antigua mecedora, sino que ahora  había un fabuloso y moderno sillón con mando a distancia. Se subió y comenzó a jugar con el mando probando todas las posiciones que en él se adoptaban. Al poco rato, la madre de Alegría extrañada de no escuchar a la niña comenzó a buscarla por toda la casa y desesperada salió a  las calles cercanas por si se había entretenido a jugar con los niños de los vecinos sin sospechar en ningún momento que pudiera encontrarse aún en la casa, atrapada en el sillón y transportada a un mundo de fantasía. Ella estaba feliz en un desván lleno de muñecas, juguetes y trenes eléctricos, la niña estaba entretenida pero en un momento le pareció oír que gritaban su nombre. De pronto vio que estaba sentada en el sillón y su madre con lágrimas en los ojos le preguntó que dónde se había metido, la niña insistía diciendo que mientras tocaba los botones del mando el sillón la había transportado a un bonito desván. Ni su padre ni su madre creyeron a la niña pero, en cambio, su abuela se quedó pensativa y sólo con abrazar a su nieta inmediatamente la creyó. 

En ese momento, llamaron a la puerta. Su prima Paz entró como una loca. Era dos años más pequeña que ella. Alegría la abrazó y sus padres  no tardaron mucho en sacar el equipaje del coche pues fuera estaba empezando a nevar. Mientras los adultos ponían la mesa para la cena, las niñas se fueron a jugar en una alfombra situada delante de la chimenea, allí Alegría le cuenta a Paz un pequeño secreto, muy bajito y al oído le dijo: “el sillón nuevo de la abuela Esperanza es mágico y te lleva a un lugar lleno de juguetes”. Paz se apresuró a subirse al  intrigante sillón de la abuela después de que su prima le contase tan maravillosa historia y se movía manipulando el mando  de arriba a abajo, sentada y tumbada escudriñando todas las posibilidades que le ofrecía aquel maravilloso artefacto, mientras su prima Alegría la observaba impaciente por ver en qué momento Paz desaparecería, pero no pudo estarse quieta y dando un salto se colocó en el sillón esperando que, de repente, surgiera la magia. Juntas las dos desaparecieron y ambas viajaron al mundo maravilloso al que transportaba el sillón.

 La abuela mientras daba las gracias a sus hijos por aquel fabuloso regalo y les explicaba la fantástica experiencia que había vivido sentada en el sillón. De pronto dejaron de escucharse las risas y la algarabía de las pequeñas y los padres preocupados empezaron a buscarlas por toda la casa y por los alrededores pero la abuela los tranquilizó diciendo que ella pensaba que las niñas se encontraban atrapadas dentro del sillón. Los padres extrañados preguntaron: ¿Cómo? Y la abuela Esperanza les dijo: Es que el regalo que me habéis hecho no es solo un sillón sin más, sino también un transportador que te traslada a lugares maravillosos y creo que sé la manera de hacer que las niñas vuelvan a nosotros, por eso vamos a pronunciar sus nombres suavemente y con mucho cariño. De esta manera los padres comenzaron a llamar a sus hijas por su nombre tal y como les dijo la abuela. Las niñas, que felizmente se hubieran quedado en el desván donde se encontraban, rodeadas de todos los juguetes del mundo, prefirieron volver junto a sus padres porque sabían que en este mundo también eran necesarias Alegría y Paz apareciendo sentadas, de nuevo, en el mágico sillón de la abuela Esperanza. 

                                                                                         FIN